La raza humana al parecer ha dedicado gran
parte de su inteligencia en utilizar las herramientas que existen o se crean en
hacer daño, es así que la dinamita de Alfred Nobel que nació siendo un método
para derribar rocas y poder abrir caminos, terminó siendo un arma de
destrucción. De igual manera los avances en física y química de científicos de
la talla de Einstein fueron usados para fabricar bombas como la de hidrogeno que dejase caer Estados Unidos
sobre Hiroshima y Nagasaki. La retórica no ha sido una excepción, pues, con ella se han dominado pueblos enteros al unirla a la política, se han estafado
cientos de personas al unirla a la economía o el marketing y, por qué no,
también personas o ideas han adquirido fama al unirla a los medios de
comunicación; pero todo esto se debe a una nefasta tendencia del género humano
a utilizar mal las herramientas que posee que además se une a una total falta
de respeto por el arte de hablar con elocuencia, de utilizar la retórica y una
buena argumentación para exponer la ideas de manera coherente y simple buscando
persuadir.
Esta pérdida del respeto se da en la era
moderna con la llegada del racionalismo, que hizo ver a la retórica como algo
contingente y que hacia parte solamente del estilo y no del fondo, además que
relegaba la posibilidad de la buena expresión a las clases de élite que eran
las únicas que tenían acceso a la educación y de este modo las brechas entre
los dominantes y dominados claramente se veían crecer.
Pero es con la llegada de la democracia que
las masas vuelven a interesarse por la retórica y la persuasión a través del
lenguaje; sin embargo, incluso en nuestras sociedades demócratas la concepción
de la retórica está tan golpeada que se utiliza peyorativamente o para hacer
chistes, y cito “la retórica se asocia más o menos con la falsificación, lo
insincero, la hinchazón verbal, la vaciedad conceptual” (perelman, 1989) .
La retórica en todo su contenido, desde sus
comienzos, sus declives a través de la historia, hasta la fecha debe ser
respetada. Y, aunque esta aseveración parece inoficiosa o innecesaria, no lo
es, pues es a partir de este respeto que será expresado y demostrado tanto por
los auditorios como por oradores, donde no solo conseguirá su posición como
arte y herramienta necesaria, sino que además podrá evolucionar en si misma
mejorando todo tipo de discursos.
Vamos a hablar de estos dos componentes que
deben ser respetuosos con el uso de la retórica. Para comenzar tomaremos los
oradores en quienes recae el peso del discurso, los oradores deben manifestar su
respeto por la retórica retomando la idea básica planteada por Platón de esa
unión que existe entre retórica y ética, puesto que sin ella el discurso
carecerá de validez será una manera rimbombante de exponer ideas que en últimas
buscará persuadir al auditorio pero no hacia una verdad sino en dirección de
las necesidades del orador. La desconfianza crece en todos los medios de la
sociedad, la invalidez de lo que se oye, de lo que se percibe, el crecimiento
de las teorías conspirativas y de complot hace que se desconfíe y más aun de
quien se expresa bien ya que estos serán los que mejor pueden convencer a las masas. Mientras
esta desconfianza no desaparezca o mengüe, la retórica no podrá surgir y
mientras los discursos sigan estando separados de la ética, la desconfianza no
podrá acabar.
El otro componente que debe manifestar su
respeto a la retórica es el auditorio y debe hacerlo interesándose en ella,
adentrándose en su mundo, conociendo cómo se utiliza, dejando de pensar en ella
de modo despectivo; de esta forma los
auditorios podrán entender mejor los discursos para que desde una perspectiva
informada decida adherirse o no. pero no siendo engañados por la razón,
dejándose llevar por falacias o incluso mentiras.
Las masas poseen la desconfianza pero es una
desconfianza desinformada casi que inútil pues no tiene fundamentos ni
argumentos con los cuales demuestre porque se opone o sigue una idea, aun así
el auditorio debe mantener esa desconfianza. Es el punto de partida esa duda sobre la verdad, solo que además de ello
debe saber sobre retórica y formular su propio discurso a partir de su
experiencia; de esta manera los oradores
tendrán que mejorar los propios para
dirigirse a un auditorio más preparado y así ad infinitum evolucionando la
retórica en sí misma, discurso tras discurso, idea tras idea y mientras se
intercambian las posiciones entre los auditorios y los oradores aprenderán de
la dificultad que conlleva cada uno de estos trabajos y con ello incrementará
no solo el respeto por el otro sino que así mismo por la retórica. Recordemos
las palabras de Perelman “el destino de la retórica y el destino de la humanidad van juntos”.